El programa que le permite a los seres humanos estar en la sociedad, es la educación

miércoles, 25 de enero de 2012

La conveniencia de ser ‘buenos ciudadanos’, por Roberto Palmitesta D.

Actualmente, la vida cotidiana en nuestro país actual está llena de episodios visibles de agresividad, anarquía, irresponsabilidad, desconfianza, irrespeto, intolerancia e injusticia, de ahí la sensación de que ‘algo’ ha fallado en nuestro sistema educativo y en la formación de la ciudadanía, al ser más evidentes ciertos antivalores que están reduciendo nuestra calidad de vida. Ese ‘algo’ faltante significa que no supimos educar para formar buenos ciudadanos, ya que mientras muchas personas exigen derechos y privilegios, no cumplen ciertas normas comunes a una sociedad pacífica y armónica, no siguen ciertos principios éticos, no respetan a sus vecinos, y no participan en la búsqueda del bienestar colectivo.

Una correcta educación en valores constructivos ha debido impartirse al joven desde la más temprana edad en el hogar, y luego en la escuela, el colegio o la universidad, con los medios de comunicación participando de lleno en el proceso educativo mediante frecuentes mensajes positivos a través de la prensa, la radio, la televisión y –últimamente- el Internet. Pero, en vista de la actual situación, es obvio que la familia ha ignorado grandemente esta responsabilidad mientras la escuela se ha concentrado en impartir conocimientos útiles para las profesiones, olvidando inculcar valores adecuados para la formación de buenos ciudadanos. A su vez, los medios se concentran en mensajes comerciales o con fines políticos, olvidando su  importante papel en la difusión de valores.

   Encima de eso, el quehacer cotidiano está lleno de mensajes –abiertos o subliminales- que ensalzan o estimulan nocivos antivalores como los siguientes: la deshonestidad, la irresponsabilidad, la ineficiencia, la intolerancia, la agresividad, la dependencia, el egoísmo, el irrespeto, la indiferencia y el descuido del ambiente. Son  justamente los antivalores que han causado gradualmente la difícil situación actual que -con mucha justicia- se ha denominado una “crisis de valores”.

   Si queremos moderar, reducir y eventualmente propiciar una sociedad más armoniosa, justa y progresista, debemos conocer los valores positivos que caracterizan a un buen ciudadano. Éstos no sólo deben ser inculcados tanto por el hogar y la escuela, sino reforzados mediante el buen ejemplo tanto de sus familiares, amigos, educadores y compañeros de trabajo, como de personajes admirables y funcionarios públicos que influencian su comportamiento. Estos ejemplos positivos deberían ser enfatizados por el medio cultural en que se desenvuelve, que incluye tanto la literatura impresa (prensa, libros, revistas), como a los diferentes mensajes que recibe a través de medios audiovisuales y digitales.

  Examinemos brevemente los antivalores mencionados y que están contribuyendo a los males referidos en la actual crisis, que nos ha conducido a una pésima calidad de vida, conformando una decena de aspectos negativos muy evidentes el comportamiento diario del que no puede considerarse un “ciudadano” cabal.

1) la deshonestidad se presenta cuando se alteran ciertos datos fidedignos con el fin de obtener alguna ventaja indebida. Un ejemplo sería el aspirante que falsifica sus datos o el funcionario o político que altera las estadísticas a su favor para eludir algún control o retener la adhesión de simpatizantes o gobernados. La falta de transparencia es otra faceta típica de este antivalor, al esconder con mala intención ciertos detalles para no evidenciar sus faltas. También tiene la intención de engañar quien se adelanta indebidamente en una cola, coartando así el derecho de otros, dando así una muestra de la típica “viveza criolla”.

2) la irresponsabilidad se evidencia cuando se incumple con las funciones que debería acometer o las promesas dadas a relacionados o gobernados. Se reconoce cuando hay quejas de éstos últimos sobre la ausencia de los bienes o facilidades prometidas. Un ejemplo clásico sería cuando un servicio no se está prestando debidamente por impericia, ineficiencia o falta de planificación del encargado, como cuando no se ejecuta el mantenimiento de una costosa máquina. El facilismo que se evidencia en muchas actividades es otra muestra de irresponsabilidad.

3) la ineficiencia se reconoce cuando no se obtiene la relación costo-beneficio de una determinada actividad, trayendo molestias a usuarios o pérdidas materiales al que la financia.  Un ejemplo sería cuando el presupuesto no alcanza para los fines deseados por falta de planificación o se desvían los fondos en gastos indebidos, o no se cumple con una meta a tiempo por falta de capacidad de los involucrados.

4) la intolerancia  se manifiesta cuando no se aceptan ciertas acciones o actitudes por ser contrarias a los intereses o gustos del actuante. Es la marca de autoridades que abusan de sus cargos o de personas que exhiben una respuesta vulgar o violenta ante ciertas acciones no deseadas o actitudes distintas a la suya. También se evidencia cuando se toman medidas para discriminar e irrespetar a personas o grupos por razones de género, raza, religión, clase social o ideología política. 

5) la agresividad es la marca de personas desconsideradas, irascibles o abusivas, que evitan el diálogo, la negociación y el compromiso, a veces humillando o perjudicando a otros. En el mundo hay pruebas de este aspecto a diario con las respuestas violentas que se dan para situaciones que podrían solucionarse pacíficamente. También se evidencia por el odio que se predica en algunos ámbitos para crear tensiones y generar temor, a veces para propiciar la sumisión.

6) la dependencia se presenta cuando un ciudadano está sujeto excesivamente a prebendas o dádivas de organismos públicos o privados, y no puede ser autónomo o cumplir funciones constructivas  sin  ellas, algo muy visible en regímenes populistas que tratan de congraciarse con concesiones indebidas. Es una práctica que eventualmente conduce a una humillante adulación hacia líderes o a la sumisión típicamente inducida en regímenes autocráticos y represivos.

7) el egoísmo, un mal que no propicia la cooperación y la solidaridad, esenciales en cualquier sociedad armoniosa que tenga metas comunes. Es evidente en personas que buscan su propio éxito profesional y logros materiales, olvidando la atención a los problemas de familiares y amigos. Una actitud egoísta  se manifiesta a menudo en muchas actividades profesionales o políticas, donde se trata de frenar el avance de otros y acaparar privilegios o recursos para una persona o grupo.

8) el irrespeto a personas durante el intercambio social, especialmente a aquellas en condición de inferioridad, como damas, ancianos, impedidos o niños. Es igualmente nocivo en cualquier sociedad, la contravención de normas aceptadas y justas, contenidas en leyes y ordenanzas, además de la cortesía necesaria en todo ámbito, sea social, laboral, vecinal o familiar. Es un mal muy común en sociedades anárquicas o poco igualitarias, donde se impone el abuso de autoridad

9) la indiferencia es un mal muy visible cuando la gente afectada no participa en las soluciones a sus problemas por desidia, pereza o intereses malsanos, frenando las acciones necesarias para atacar nuestros males o haciendo perdurar una mala situación por falta de una activo involucramiento. La falta de participación en la solución de problemas comunitarios, locales o nacionales es una de las grandes fallas ciudadanas de la actualidad.

10) el descuido del ambiente es algo muy evidente por el deterioro de espacios urbanos o rurales, parques y playas, llanuras, selvas y montañas, donde nuestras visitas quedan marcadas por desperdicios tirados descuidadamente, acumulación de basuras en calles, terrenos, ríos y quebradas, incendios intencionales para fines agrícolas o eliminación de basura, o fuegos accidentales por descuido de visitantes. Todo eso da una pésima imagen a turistas nacionales y extranjeros, desanimando así el turismo y afeando el entorno vital de los ciudadanos locales.  

   Una vez identificados los antivalores que nos agobian, retardando nuestro progreso y reduciendo nuestro bienestar, lo lógico y deseable es tratar de inculcar y difundir en nuestro medio los valores opuestos, que –en el mismo orden son: , rectitud, responsabilidad, eficiencia, tolerancia, conciliación, autonomía,  solidaridad, respeto, participación y conservación. Son una especie de decálogo positivo con 10 valores ciudadanos que deberían ser aceptados, practicados y difundidos, ya que nos ayudarán a todos a lograr una mejor calidad de vida, un concepto que implica la obtención de deseos cónsonos con la naturaleza humana, más allá de la simple satisfacción de necesidades básicas, enfatizando ideales superiores como la verdad, la belleza, el amor, la armonía, la paz y la justicia. La adopción y práctica de estos valores es lo que nos hace actuar de manera civilizada en una sociedad y merecer el término de ‘ciudadano’, donde se actúa para propiciar el bienestar y el progreso de todos, sin afectar los derechos de nuestros semejantes.

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